lunes, 19 de noviembre de 2007

chez-moi


Nadie se fija en las casas abandonadas, antiguas, con desperfectos, a las que les faltan trozos de valla, con pocas tejas, predominando las vigas de madera y los cimientos, las cortinas raídas y descoloridas que ondean a través de los cristales rotos, en las que las tablas del suelo crujen con cada silbido del viento, que ya no tienen color definido, en las que la veleta se paró, en cuyo jardín lleno de malas hierbas corretean topos y ratones entre los oxidados columpios, que se empapa por dentro cuando llueve y parece tenebrosa al ser iluminada por los rayos en las tormentas, de las que todo el mundo cuenta historias extrañas nada más lejos de la realidad, o no.


La gente suele fijarse en las grandes casas y mansiones de lujo, por sus piscinas, canchas de tenis, coches lujosos aparcados fuera y por todo lo que imaginan que hay dentro: caros electrodomésticos de última generación, televisiones de plasma de altas pulgadas, bañeras de hidromasaje, muebles carísimos, mascotas con pedigrí, un piano de cola...


¿Y las casas abandonadas? vacías, viejas, decrépitas, obviamente no lo que tienen dentro, si no la vida que tuvieron, ¿Cuántas cosas se podrían contar?, ¿Cuántos llantos, risas, penas, alegrías, soledades y compañías, buenas y malas, juegos, atardeceres, amaneceres, solos, juntos, en silencio, escuchando las más dulces melodías? ¿Cuántos abrazos, besos, bofetadas, mordiscos, odios, amores, riñas, discusiones, lágrimas, pesadillas y sueños conseguidos y no conseguidos?


Por eso prefiero las casas abandonadas, en parte, yo soy una de ellas.

1 comentario:

Diego dijo...

Ahí debe de estar el problema.

De todos modos, si se tiene la capacidad de pensar, ¿seguimos teniendo la capacidad de esconder la cabeza bajo las alas?

Yo al menos no encuentro la elección por ningún lado...

El abandono es bello, la marca del pasado, el frenesí que pudo ser o no ser, ¿mas no sería más bello fijarse en aquellas casas que aún no existen ni de pie ni en el papel?

Sería una locura...