jueves, 23 de abril de 2009

"_Buh"


Me levanté, como cada día, me vestí y salí a desayunar, tenía que entrar al baño, necesitaba lavarme la cara, pero estaba ocupado.
Volví a la cocina y comencé a ponerme un café cuando de repente escuché el cerrojo del baño y que inmediatamente después se abría la puerta, entonces me dispuse a pasar por el pasillo hacia el lavabo cuando todo se volvió confuso, ella comenzó a gritar de forma desgarradora y a mirarme. Al principio fue como un grito ahogado, ahogado porque la había pillado desprevenida y estaba tratando de gritar pero resultaba imposible pues no tenía mucho aire en los pulmones, pero cuando inspiró (que, no se cómo entre tanto pánico) consiguió emitir un segundo grito aun más desgarrador que el anterior, ¡y no paraba! que era lo peor solo hacía mirarme y gritar. Ella tenía la cara desencajada de miedo, como el hombre del cuadro de "El grito".

Yo era incapaz de articular palabra, pues de algún modo también me había pillado desprevenida semejante grito. Intenté decir eh, soy yo, pero fue imposible.

Hoy he dado el susto más grande de mi vida.

sábado, 18 de abril de 2009

Agitar antes de servir.


Lo miré fijamente durante un minuto más o menos, era como un desafío, él ahí manteniendo su postura, muy muy quieto y yo mirando desde abajo, temiendo que se me cayera encima, veía sus dos antenas, en realidad era su sombra proyectada en el techo por la luz de la lamparilla de la mesita de noche.


Me daba pereza cargármelo pero no podía con la idea de que por la noche mientras durmiera se me pasease por encima.


Tuve que ir a la cocina y coger la escoba. Lo pensé durante un momento y puse una servilleta encima para que no se escabuyera entre las cerdas.


Volví a la habitación y lo busqué de nuevo y ahí seguía el maldito, en el techo.

Agarré la escoba y lo espachurré.


Luego tire la servilleta a la basura.


De segudo me fui a dar una ducha.


¡Dios! No es posible odiar un baño tanto como yo odio este, es lo puto peor.


Meterse de puntillas a la bañera es un coñazo, no sabeis qué suerte teneis quienes que no lo necesitais.


Después me puse un camisón y volví a la habitación, con una pintura amarilla ácida horrible, paredes sucias, llenas de faltas, cuadros horrendos, y una cama muy pequeña para mi gusto, las cortinas que parecían robadas del tren y en la que hacía un calor infernal.


Apagué la luz y cuando empezaba a dormirme comencé a oir los tacones de la hija de puta de la vecina de arriba. Comencé a maldecirla en voz alta y pensé: "joder, mañan mismo compro un jodido periódico".


Mañana mismo compro un jodido periódico.