
Lo miré fijamente durante un minuto más o menos, era como un desafío, él ahí manteniendo su postura, muy muy quieto y yo mirando desde abajo, temiendo que se me cayera encima, veía sus dos antenas, en realidad era su sombra proyectada en el techo por la luz de la lamparilla de la mesita de noche.
Me daba pereza cargármelo pero no podía con la idea de que por la noche mientras durmiera se me pasease por encima.
Tuve que ir a la cocina y coger la escoba. Lo pensé durante un momento y puse una servilleta encima para que no se escabuyera entre las cerdas.
Volví a la habitación y lo busqué de nuevo y ahí seguía el maldito, en el techo.
Agarré la escoba y lo espachurré.
Luego tire la servilleta a la basura.
De segudo me fui a dar una ducha.
¡Dios! No es posible odiar un baño tanto como yo odio este, es lo puto peor.
Meterse de puntillas a la bañera es un coñazo, no sabeis qué suerte teneis quienes que no lo necesitais.
Después me puse un camisón y volví a la habitación, con una pintura amarilla ácida horrible, paredes sucias, llenas de faltas, cuadros horrendos, y una cama muy pequeña para mi gusto, las cortinas que parecían robadas del tren y en la que hacía un calor infernal.
Apagué la luz y cuando empezaba a dormirme comencé a oir los tacones de la hija de puta de la vecina de arriba. Comencé a maldecirla en voz alta y pensé: "joder, mañan mismo compro un jodido periódico".
Mañana mismo compro un jodido periódico.
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